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Adriana Carrasco, de 16 años, le apena tanto la sangre menstrual que es incapaz de llamarla por su nombre en público. Ella y sus amigas del colegio prefieren utilizar códigos como “el tren rojo”, “la visita de Andrés”, entre otros, para describir una experiencia que todas asocian con palabras como “asco”; “dolor”; “molestia” y “vergüenza”. Ellas confirman que, en Venezuela, la experiencia menstrual sigue atada a mitos, tabúes y estigmas sobre los que reposan un conjunto de desigualdades y mecanismos de control que impactan especialmente en las mujeres y niñas.

Bajo esta realidad, Proyecto Mujeres inició en 2018 el programa Niñas Visibles, que tiene como objetivo propiciar espacios para abordar la menstruación en las escuelas de comunidades vulnerables. La realidad con la que esta organización feminista se ha topado es tan invisible como dramática. Por ejemplo, de acuerdo con el informe publicado a finales de mayo de este año, 33 % de las adolescentes que han encuestado en Maracaibo admitió haber faltado a clases a causa de la menstruación; 68 % admitió que no ha recibido educación sobre menstruación en la escuela y para 88 % mancharse en la escuela es una preocupación constante durante su periodo.

“Es por esto que no basta con poner en manos de niñas y adolescentes toallas, tampones o copas menstruales. Si bien es cierto que las niñas necesitan tener acceso a materiales seguros para manejar su menstruación y conocimiento para utilizarlos de la manera más óptima, especialmente en un contexto de emergencia humanitaria como el que atraviesa Venezuela, lo que más necesitan es la capacidad leer y entender su cuerpo para habitarlo con libertad y autonomía”, aseguró Estefanía Reyes, directora de Proyecto Mujeres.

Otro de los aspectos cruciales que se pone en evidencia en esta investigación es la precariedad de las instalaciones y servicios sanitarios de las escuelas públicas en la región, que no proporcionan las condiciones básicas para garantizar una higiene menstrual óptima. Por ejemplo, 89 % de las alumnas admitió que los baños de la escuela no son cómodos para cambiarse durante la menstruación. La mayoría también reportó que no tienen agua regularmente y que no disponen de papel higiénico ni jabón. Además, las condiciones de seguridad representan otro problema. En este sentido, 93,7 % reconoció que se sentía insegura en los baños y al ser cuestionadas acerca de las razones, la mayoría admitió que las instalaciones carecían de privacidad, pues las puertas de los cubículos no funcionaban y se sentían expuestas a miradas y acosos.

La escasez y altos precios de los productos de higiene menstrual son otro obstáculo para la calidad de vida de las adolescentes en situación de vulnerabilidad. El 24 % de las alumnas que admitió haber faltado a clases debido a la menstruación afirmó que lo hizo por no tener toallas o tampones. Esta situación además las expone al riesgo de padecer infecciones y mayor estrés durante el periodo.

“La menstruación permanece escondida en el espacio privado a pesar de su conexión con derechos humanos fundamentales como la salud, la educación y la no discriminación, por esto es necesario que activistas, autoridades escolares, docentes, madres y padres y, sobre todo, entes gubernamentales, destinen esfuerzos para  garantizar que las niñas y adolescentes puedan menstruar con dignidad”, agregó Reyes.

Cade 28 de mayo, día mundial de la higiene menstrual, se recuerda la deuda global que tienen los Estados, incluyendo Venezuela, a la hora de abordar la menstruación en los esfuerzos por erradicar la pobreza y la desigualdad de género.

Consulta el informe completo aquí https://bit.ly/2XvY4D9 

Buzón de Noticias